PEDRO SOLER – DE LA OTRA REALIDAD A LA INTRODUCCIÓN DEL CAOS
La Verdad, 1 de Febrero de 2014
Se ha afirmado otras veces que la pintura de Perla Fuentes no es fácilmente asimilable, pese a que no ofrece problema alguno al espectador. Y no lo es, si se quiere, de verdad, penetrar en el contenido, en la interioridad de los cuadros. No vale quedarse con la imagen primaria, ni recrearse en la perfección técnica que la autora suele aplicarle. Más allá de estas cuestiones, hay un fondo de aparentes transparencias. Son obras que encierran siempre un mensaje oculto, envuelto en silencio. Tampoco es una pintura con síntomas indecorosos -quizá fuese una ofensa para la pintora, que alguien lo interprete así-, aunque algunos cuadros se nos aparezcan como si mostrasen ocultas insinuaciones o seductores desnudos.
Igual que ha permanecido fiel a un carácter interpretativo, en el que siempre parece haber buscado una respuesta a sus personales apetencias artísticas, también ha conservado inquieta su mente a la hora de hallar en cada cuadro un sentimiento confidencial. Exclusivamente, no se pueden interpretar las obras de Perla Fuertes por la natural escena que ofrecen, porque, aunque parezcan la transformación de una simpleza, son construcciones realizadas sobre los propios títulos que la pintora les asigna. Pero no se trata de paisajes, ni de personajes, ni de bodegones; tampoco son solamente lo que los cuadros nos describen a primera vista, como unas manos enlazadas, hasta retorcidas, una mujer envuelta en sus sueños o una pareja que convierte sus caricias en un canto al amor. En todas las obras brotan toques de misterio, que demuestran un nervio por no dejar que la naturalidad transcurra y se transforme en simpleza y continuismo. Habría que decir que cada cuadro es como una meditación previa a su hechura.
Probablemente, Perla Fuertes se somete a un periodo de creatividad mental que le podría resultar tan fatigoso -al menos, tan dificultoso- como la propia realización de las obras. Amante de una fervorosa continuidad en los tonos cromáticos, asidua a unos conceptos que responden a un síntoma intimista, más que a la naturalidad de las expresiones, en esta exposición en la facultad de Bellas Artes, bautizada como ‘Ser otra realidad’, también ha querido ampliar su radio de acción, y ha colocado ante los ojos distintas escenas que parecen romper, pero solo en apariencia, con su trayectoria. Los cuadros en los que aparecen adolescentes en amistoso y sereno trato, quieren ser ejemplo no de ruptura, ni siquiera de cambio, pero sí de experimento progresivo, desde el que otear posibilidades. Aún así, permanece el mensaje y la interpretación, dentro de un realismo que, dominado con fidelidad, no se hace cansino; más bien se trueca en una atmósfera espiritosa, gracias a los aditamentos que aplica a sus obras, y a los espacios que ayudan a que posean uno o varios protagonistas, liberados de presiones externas.