LA METÁFORA PLÁSTICA DE PERLA FUERTES

La Opinión, 24 de Marzo de 2013

Pedro Guerrero Ruiz Catedrático de la universidad de Murcia y escritor.
En el restaurante Hispano de Murcia, en una nueva tradición quecombina la cultura gastronómica con la plástica, se ha inaugurado una exposición de cuadros de la pintora alhameña Perla Fuertes. Se trata de una pequeña muestra, pero suficiente para adentrarse en la propuesta de un análisis semiótico de sus pinturas y, sobre todo, porque ya es una pintora suficientemente conocida.

La plenitud sensorial del ensueño de sus textos desde una percepción semántica, hacen pensar que estamos ante una pintora que nos seduce no sólo por la técnica empleada sino porque se trata de una pintura evocadora de emociones intratextuales al analizarla desde una ‘lectura’ de sistema comunicativo.
Porque las obras de Perla Fuertes, de una expresión realista exigente que nos muestra un dominio de la técnica, se alzan, comunicativamente, en una imaginativa propuesta visual de operación plástica contenida tanto en el valor de su cromatismo plástico como en el gesto poético determinado desde unos materiales equilibrados pero fundidos en su propio orden emocional, en un metarealísmo onírico maniobrado por lo mejor de la pintura: el espacio ensoñador en un lenguaje de rostros y manos, pies y recogimiento, movimiento y escorzo, impulsados por la soledad de la figuración que parece quisiera escaparse del cuadro desde una soledad melancólica, poética. La soledad como metáfora pictórica.
He ahí el sometimiento del color y de la línea a la interpretación de la realidad, a la dimensión artística de paleta hasta nuestra retina como significación de una sensualidad que somete al desdén y se alza como reflexión del universo íntimo de la artista, de una verdad de ‘lectura’ semiótica insinuada que es lo que hace del cuadro una obra de arte. Por esto creemos de Perla Fuertes que asistimos a un realismo simbólico, sustentado por una personal vivacidad cromática dominada, casi siempre, por el buen gusto de las diversas y distintas tonalidades amarillas.
Perla Fuertes nos reclama, en el recurso figurativo e icónico de las imágenes del cuerpo humano, hacia una metáfora poética. La metáfora del silencio. Y todo ello sin transgredir la esencialidad humana que conforma la percepción de la realidad, sino como estrategia personalísima de reflexión interpretativa, inundada en toda su obra por esa inversa pintura poetizada, a la manera del modelo ekfrástico.
La belleza corporal, aparentemente platónica, de Perla Fuertes, está sellada por una sensualidad que vincula a la pintora con un modelo lector, imaginario, receptor de la fidelidad anatómica y la corrección de las articulaciones de estos textos plásticos que, súbitamente, nos sobresalta cuando, en el intercambio comunicativo-pragmático, una melancolía operística fuertemente sensible, nos advierte de una autonomía endorreferencial de una metáfora de la soledad desde el personal silencio de los actantes de sus cuadros.
Los motivos textuales y la ambición de su monosemia vienen logrados por una calma explícita, por una distensión interpretativa de la propia tensión perceptiva.
Nada de lo que parece es si nuestra retina no advierte la vinculación texto contexto del motivo pintado. Y es así porque la pintura de Perla no refleja el texto como pretexto de un realismo fronterizo, sino que su texto abierto, sugerente, de la figuración realista, desvela una poética subyacente. Toda la pintura de Perla Fuertes es sólo de ella, del uso de una gramática plástica regulada por una articulación propia y unitaria expresada por las sugerencias semántico-simbólicas de sus cuadros.
Existe el pintor cuando, sin fecit, se le reconoce en el cuadro, por su acento, como se reconoce a un amigo por la voz. Pero no sería suficiente para la validación de una obra de arte sin una propuesta personal. Y la suya, la de Perla Fuertes, el tejido donde ella sostiene su personalidad creativa, tiene su origen en la determinación impecable de explicar su mundo interior como propuesta: la soledad humana como poética pintada. Y es pintora porque no sólo pinta la realidad, sino porque nos traslada sus emociones, porque se trata de una pintura poética, de una semiótica intertextual convergente con la metáfora de su personal discurso plástico.

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